Hoy es un día en el que las palabras se hacen insuficientes para describir nuestros sentimientos. Hacía tiempo que desde este blog habíamos fraguado la idea de abrir una sección sobre grandes mujeres en la política, y los tristes acontecimientos acaecidos ayer nos obligan a hacerlo cuando aún no estábamos preparadas. Y no lo estábamos porque en ningún momento hubiéramos podido sospechar que abriríamos esta sección con un obituario, precisamente el de la mujer que nos inspiró para escribir sobre otras grandes mujeres. Aún así, creemos que abrir esta sección precisamente hoy es el mejor homenaje que le podemos rendir a esa gran señora que fue Doña Ignacia de Loyola de Palacio y del Valle Lersundi.
Loyola de Palacio fue una de las políticas españolas con mayor trayectoria de trabajo nacional e internacional. Como mujer fue la primera española en ocupar los cargos más relevantes en España y después en Europa. Se dice de ella que tenía gran carácter y que era afable y entrañable. Se definía a sí misma como luchadora, trabajadora y ecologista. Todos los que la conocían coinciden en citar el tesón, coraje, fortaleza y valentía como algunas de sus cualidades más notables.
Ella era una mujer que tenía fe en sus ideas, y las defendía con gran entusiasmo y fuerza. Asimismo, hacía gala de una gran honradez, cualidad que, desgraciadamente, escasea en la política actual. Nunca necesitó de ninguna ley de paridad para demostrar su valía, sino que trabajó duro para cumplir con los cargos que se le encomendaron.
Otra notable cualidad de su persona fue la vocación de servicio a los demás, que tuvo en su actividad política su expresión más destacada. Comenzó en AP cuando todavía era un partido minoritario y hasta el momento de su muerte, trabajó con tesón y ahínco. No olvidemos que, a pesar de lo grave de su enfermedad, había abandonado la clínica de Houston para pasar la Navidad en familia, y se encontraba en Madrid con el fin de participar en la Conferencia Nacional de Economía y Política Social.
Parece que fue ayer cuando nos enteramos de su enfermedad. Su salud estaba seriamente dañada por el cáncer, que le afectó con rapidez y severidad. Por un momento pensamos, quizá debido a la afortunada recuperación del cáncer que padeció su hermana Ana, que Loyola correría la misma suerte. Desgraciadamente para todos, no ha sido así.
Tu frase, Loyola: “La única batalla perdida es la que no se da”. Con esa máxima tuya nos quedamos; gracias de todo corazón por hacer de la política una institución mejor. Allá donde estés, que estamos seguras de que es en el Cielo, cuida de nosotros. Descansa en paz.
